FISTERRA
El Cabo Finisterre ha sido considerado desde la historia remota como el punto más occidental de Europa y por lo tanto, el Fin del Mundo. La mítica leyenda del término de la Tierra y del comienzo del Mare Tenebrosum, en el cual habitarían inimaginables monstruos o incluso se encontraría el paraíso, originó todo tipo de especulaciones sobre el más allá y motivó la visita de peregrinos de todas las condiciones y credos.
La Historia cuenta la fascinación que este lugar despertaba en todos aquellos que visitaban el Fin del Mundo. Los celtas nerios ya rendían culto al Astro Rey en un ara situada en el Monte Facho. Siglos más tarde, el general Décimo Junio Bruto "El Galaico", primer romano en pisar esta tierra, se espantó al observar cómo el mar engullía al sol.
Desde el descubrimiento en la Edad Media de la tumba del Apóstol Santiago, la visita al Fin de la Tierra se convirtió en término de la peregrinación jacobea a Compostela, una vez cumplida la adoración del sepulcro del Apóstol: Los peregrinos continuaban el camino hasta Fisterra para venerar la imagen del Santo Cristo, las reliquias de San Guillerme, y el Fin del Mundo tal como entonces era conocido.
La afluencia de visitantes con trasfondo religioso, entre ellos muchos personajes célebres, era tan numerosa que en 1479 se tuvo que construir un hospital de peregrinos. Actualmente, Fisterra sigue acogiendo diariamente a miles de personas que llegan por motivos espirituales o, sencillamente, por el gran espectáculo de la inmensidad oceánica desde la tradicionalmente considerada punta más occidental de Europa.
El rico pasado histórico de Fisterra se conserva en la marinera capilla de Bon Suceso, del siglo XVIII, y en el Castillo de San Carlos del siglo XVII, construido para defender el puerto de los alternos ataques realizados por los ejércitos de Inglaterra y Francia. La villa del Fin del Mundo ofrece también el ocio de la turística playa de Langosteira, las desconocidas playitas de Riveira y Corbeiro, el solitario arenal atlántico de Mar de Fóra y el espacio natural del Cabo Finisterre.
En la carretera que conduce hacia el Faro se encuentra el Crucero y la Iglesia de Santa María de Fisterra, de base arquitectónica del siglo XII, declarada conjunto histórico-artístico en 1985. El interior posee un ingente patrimonio etnográfico, del cual destacan una estatua sepulcral yacente del siglo XV y los retablos de Nosa Señora de Fisterra, de Francisco de Antas, maestro de obras de la Catedral de Santiago en el siglo XVII. Pero notablemente, centra toda la atención el retablo del Cristo de la Barba Dorada de Fisterra, talla de Romai del siglo XIV, de idéntica factura a la existente en Ourense: el Cristo da Barba Dourada es objeto de devota veneración en la comarca, siendo el protagonista de la mayor festividad de Fisterra, la Semana Santa.
Naturaleza y leyenda son inseparables en Fisterra.En el promontorio de los celtas nerios -como denominaron los romanos a la península del Fin de la Tierra- la leyenda, la naturaleza y la historia conforman una unidad homogénea desde el inicio de nuestra era.
En aquel tiempo, vinculado a la ciudad de Duio, se emplazaba en el Monte Facho el " Ara Solis " o altar en el que los nerios realizaban sus ofrendas y ritos en honor del sol. Este fue precisamente el lugar escogido por San Guillerme para vivir su existencia eremítica. Cerca de su morada, las parejas estériles copulaban en una piedra siguiendo el rito celta de la fertilidad.
El Cabo de Finisterre es también uno de los más peligrosos puntos en el mundo para la navegación. El Petonciño y la Centola han destrozado en trágicos naufragios a naves de todo tamaño y nacionalidad que seguían un rumbo equivocado, o que nada podían hacer en la lucha contra los caprichos de un Atlántico embravecido.
Fisterra es el lugar del mundo que más historias puede contar. Desde el tráfico constante del comercio celta con el mediterráneo hasta grandes catástrofes marítimas; desde los horribles monstruos que moraban en el Mare Tenebrosum hasta las célticas expediciones en busca del paraíso; desde el fascinante culto al sol hasta las más violentas y temibles tempestades...
MUXIA
Escritos del año 572 ya sitúan el territorio de Muxía circunscrito a la diócesis de Iria Flavia a través del Monasterio de Moraime. Este monasterio y el Santuario de Nosa Señora da Barca, al que llegaban los peregrinos después de pasar por Santiago, fueron claves en la historia del lugar.
La comarca fue arrasada sucesivamente por normandos y musulmanes a principios del Siglo XII. Pocos años después, y gracias al interés del rey Alfonso VII, la comarca sería repoblada con gentes provenientes del vecino Cereixo.
Llegamos al puerto, verdadero motor económico de la población. En alguna de las tascas que allí se encuentran podremos degustar la buena gastronomía local, antes de subir al Santuario de Nosa Señora da Barca. Camino al santuario, en la ladera de Monte Corpiño, haremos una parada en la iglesia de Santa María.
La Iglesia de Santa María fue construida en el siglo XII. De una sóla nave con cubierta de madera a dos aguas, está dividida en tres tramos por arcos transversales apuntados. Conserva su puerta románica y algunos interesantes elementos ojivales. El abside rectangular está comunicado a través de un gran arco triunfal.
La fachada está formada por arquivoltas apuntadas. En el tímpano liso hubo un relieve que representa a la Virgen y el niño, y que hoy se puede contemplar en el interior, en el que además podemos ver la capilla del Rosario. Construida en el siglo XIV, tiene forma rectangular y esta cubierta con bóveda de crucería.
Continuamos nuestra subida para llegar a otro de los puntos claves de esta bella costa: el Santuario de Nosa Señora da Barca, final de etapa de los peregrinos que, despues de visitar al apóstol, se dirigían a estas tierras del Finis Terrae para rendirse al pie de la Virgen y contemplar unas curiosas piedras llenas de leyenda.
El Santuario de Nosa Señora da Barca, es un edificio de culto construido para cristianizar una lugar donde se realizaban cultos paganos por los antiguos celtas. La primera ermita fue construida en el siglo XII y cobra gran importancia por el hecho de ser final de etapa de los peregrinos que, despues de visitar al apóstol, se dirigían a estas tierras del Finis Terrae para rendirse al pie de la Virgen y contemplar las curiosas piedras en el lugar en las que, según la leyenda, se le apareció al Apóstol Santiago para darle ánimo en su intento por cristianizar estas tierras del noroeste penínsular.
El templo actual de estilo barroco fue construido a principios del XVIII gracias al donativo de los Condes de Maceda, cuyas cenizas se encuentran en unos sepulcros dentro de santuario.
Su planta es de cruz latina. En su interior, destaca el retablo barroco obra del escultor Miguel de Romay. En él aparecen representados los doce apóstoles rodeando al camarín donde se encuentra la Virgen de la Barca, que goza de una gran devoción.
El culto a las piedras está muy desarrollado en la zona. Según la leyenda la Virgen llegó en barca: la vela (a Pedra de Abalar), el barco (A Pedra dos Cadrís) y el timón (Pedra do Timón) son los restos de piedra de la embarcación que merecen la pena ser visitadas.
A Pedra de Abalar es un megalito de 9 metros de largo y un espesor medio de 30 centímetros que tiene la curiosidad de que se balancea (abala) cuando las gentes se suben en ella, emitiendo un ligero sonido ronco. La tradición cuenta que este movimiento se produce cuando las personas que se suben en ella son inocenteas de pecados. Otra leyenda es que se mueve sola para avisar de los peligros de los temporales en el duro invierno. En uno de ellos, en 1978, se desplazó ligeramente, además de romperse una parte de ella. Posteriormente, fue colocada en su antiguo emplazamiento y en la actualidad es visitada por miles de romeros que acuden todos los años.
A Pedra dos Cadrís tiene forma de riñón y es el resto de la barca de la Virgen. Según la costumbre, los romeros deben de pasar nueve veces bajo ella para curar sus dolencias reumáticas y de riñones. Debajo de esta piedra fue encontrada la imagen de la virgen, que fue transladada a la iglesia parroquial, desapareciendo de esta y volviendo a su lugar de origen, construyéndose allí el santuario.
Durante la segunda semana de Septiembre, en los alrededores del santuario y en la villa de Muxía tiene lugar una de las romerías más antiguas y concurridas de Galicia: la Romería da Nosa Señora da Barca .
Si aún nos queda tiempo,no estaría demás hacer una visita al Monasterio de Moraime .La iglesia románica de San Xiao de Moraime, construida en el siglo XII y declarada conjunto histórico-artístico, es el resto de un antiguo monasterio benedictino, clave para entender la historia de Muxía. Las donaciones de Alfonso V en el año 1119 ayudaron a levantarla en el mismo lugar donde existía una antigua ermita que habían arrasado primero los normandos y más tarde los musulmanes.
Contruido sobre una antigua necrópolis romana, tiene planta basílica con tres naves y tres ábsides, de los que el central es rectangular. La nave central está dividida en cinco tramos mediante arcos de medio punto.
La decoración de la fachada presenta unos rosetones y pequeñas ventanas románicas que flanquean el pórtico principal que se adapta al relieve del terreno, dando una ligera impresión de desequilibrio. En la portada podemos destacan las figuras de las arquivoltas que rodean al salvador y que nos recuerdan algo al Pórtico de la Gloria de la Catedral de Santiago. Por la puerta del muro sur se accedía al antiguo monasteiro. En ella aparece una representación de la última cena.
En el interior del muro norte se descubrieron unas antiguas pinturas representativas de los siete pecados capitales y la muerte. Cercana a la iglesia, la casa rectoral construida en el siglo XVIII, ayuda a formar un interesante conjunto monumental.
En la excavaciones realizadas han aparecido restos de una fuente romana y de una antigua necrópolis.
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